Tic, tac
tic, tac
tic, tac…
Es la bomba de relojería que llevo dentro,
la que me adentra en un sueño
que algunos llaman pesadilla,
pero ya olvidé su nombre con la rutina.
Hay un gato negro en la esquina.
Me sonríe y me nombra cómplice
de todas las desgracias
de todas las niñas que se desangran de madrugada.
Alguien debió apuntarme en
‘’OBJETOS QUE DEBES EVITAR
VER
TOCAR
OLER
AMAR
PORQUE DAN MALA SUERTE’’
Explicaría mi escaso éxito entre mujeres.
Ahora solo me falta encontrar el sentido a esto que escribo,
pero cómo encontrárselo si nací desviada.
Me salí del camino para perderme en el Monte de Venus.
El caso es que la cuenta atrás avanza,
o retrocede, no lo tengo muy claro;
pero el tiempo se acaba
y entre la lista de
‘’GATOS NEGROS A LOS QUE NO DEVOLVER LA SONRISA’’
encontré tus quejidos.
Y yo te propongo, niña,
¿quieres ser mi último…?
Doctor, hay otra niña con las venas abiertas y un zarpazo de gato en el pecho.