Nadie valoró nunca sus viajes a otros mundos.
Llegó más lejos que la Luna.
Marte se le quedó pequeño.
Ella era otro universo
y solo estaba sentada.
Con un lápiz como arma,
su libreta, la escena del crimen.
Yo, testigo, nunca declaré en su contra.
A veces fantaseo con ser el detonante.
La gota que desborda el verso,
que le hace llorar amares.
Pero sé que no lo soy, ni lo seré.
Porque ella escribe de odio
y de amor
en la misma estrofa.
Solo menciona las flores
si hay un cadáver de por medio.
El suyo.
Y en su mundo se encuentra con ella.
Se habla a sí misma,
se seduce y se hace el amor
como jamás yo pude.
Se dedica los mejores versos
en tercera persona
con pseudónimos
con su mismo rostro.
A veces fantaseo con ser su musa,
pero su musa es ella misma.
La única que merece
ser asesinada con tanta belleza.
Pues para ser desordenadas tus palabras se organizan con sentido, fuerza y ritmo, como la poesía.
Saludos
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